El diario High Country News ha publicado un interesante artículo sobre la paradoja que suscita el hecho de que el agua de suministro más barata sea la que se suministra en las ciudades más secas del oeste americano, lo que le lleva a pensar que la asignación de unos mayores costes a los volúmenes de agua no esenciales permitiría a esas ciudades mantener unos precios asumibles para todos los usuarios.
Si los precios del agua se establecieran de acuerdo con la demanda, muchos residentes del oeste americano olerían mal y estarían sedientos. No obstante, el agua es un bien necesario y la política de fijar los precios en razón de la demanda no es ética. Por el contrario, muchas ciudades utilizan los bloques de precios en los usos residenciales, asignando diferentes volúmenes para el agua de uso esencial y para el agua para usos adicionales. Si se aplica correctamente, la asignación de precios por bloques de volúmenes de agua debería promover el ahorro, a la vez que satisfaría las necesidades de todos los usuarios. El coste del agua esencial, utilizada para usos básicos como el lavado de ropa, el mantenerse hidratados, bañarse y cocinar, es bajo, mientras que el coste del agua adicional – como la utilizada para regar un perfecto parterre en medio del desierto – tiene un mayor coste. Sin embargo y de acuerdo con un reciente estudio, esa no es la realidad en muchas partes del oeste.
Diversos economistas y un experto en políticas públicas de la Universidad de Minnesota han evaluado la fijación de precios del agua por bloques de consumo en las zonas urbanas de las grandes ciudades del país, entre ellas 11 ciudades del oeste, y han descubierto unas prácticas que no son ni sostenibles ni justas: muchas de las ciudades más secas tienen los precios más bajos. Y no solo eso, sino que, en los domicilios del oeste americano, el precio del agua disminuye a medida que el consumo aumenta. En muchas ciudades del oeste, las familias que usan menos de 23 m3 al mes pagan un precio superior al de aquellos que llegan a utilizar agua del tramo de 23 m3 a 46 m3 al mes.
Los investigadores utilizaron los intervalos del Índice de Sostenibilidad del Agua de 2010 adoptado por el Natural Resources Defense Council – que combina factores como las proyecciones del cambio climático, la vulnerabilidad ante la sequía y la demanda futura – para predecir la escasez de agua en las grandes ciudades de las 35 áreas metropolitanas más pobladas del país. Adoptaron un volumen de 23 m3 como una estimación “generosa” del agua que una vivienda con una familia de cuatro personas necesita para usos básicos durante cada mes. Conviene observar que el volumen medio utilizado en el país es de casi 34 m3 de agua al mes.
Phoenix, una zona que afronta un riesgo máximo de escasez de agua, aplica una tarifa de 27 dólares para los primeros 23 m3 de agua al mes, que es el precio más bajo para el uso residencial esencial. Por otra parte, los precios del agua más caros se registran en las ciudades más húmedas del oeste, como Seattle, en donde se aplica una tarifa de casi 150 dólares para un consumo similar.
A pesar de los sorprendente que pueda resultar que el coste del agua sea tan bajo en una ciudad de clima desértico, con una precipitación media de tan solo 200 mm/año, la política de gestión de los recursos hídricos de Phoenix es hasta cierto punto más justa, debido a que el agua de necesidad básica es barata, mientras que los consumos adicionales son más caros. Phoenix aplica un incremento del 55 % al agua que supera el consumo básico, un recargo superior al de cualquier otra ciudad del oeste. Además, el consumo por habitante y día ha disminuido durante las últimas décadas, a pesar de que la ciudad ha seguido creciendo. En cualquier caso, el conjunto del territorio del oeste tiene todavía un largo camino por recorrer: el mayor sobrecoste aplicado al consumo de agua adicional (por encima de las necesidades básicas) a nivel nacional tiene lugar en Miami, donde el consumo de agua no esencial cuesta un 73 % más que el agua para consumo básico.
La realidad es que, en la mayoría de las ciudades del oeste estudiadas, el coste medio del agua disminuye a medida que se consume más. Por ejemplo, en Sacramento, la capital de California, una ciudad norteña con un riesgo extremo de escasez de agua, el agua para necesidades no esenciales cuesta un 75 % menos que el agua para usos esenciales.
Las normativas aplicables pueden crear verdaderas dificultades para las ciudades del oeste deseosas de utilizar la tarificación por tramos del agua, con objeto de hacer que el consumo de agua sea sostenible y justo. En California, por ejemplo, la Proposición 218 de la ley estatal considera ilegal que los precios del agua sean superiores a los de proporcionar el recurso. Esa norma impide de forma efectiva que la tarificación por tramos pueda ser una herramienta sostenible, debido a que los precios altos del agua no esencial no pueden ser utilizados para promover el ahorro o mantener bajo el precio del agua para usos esenciales o básicos. Por otra parte, mientras que las ciudades del oeste se esfuerzan por resolver el dilema de la tarificación del agua, la situación se sigue deteriorando: mientras que el cambio climático hace cada vez más verosímil la escasez de agua en las zonas más pobladas del oeste, la aplicación de las políticas actuales está haciendo difícil que la futura escasez de agua pueda ser resuelta de una manera justa.