El pasado 26 de mayo, el portal Smart Cities Dive publicó una entrevista con Jon Freedman, director de asuntos de gobernanza global de la unidad de negocios de SUEZ’s Water Technologies & Solutions, en la que plantea su visión de que la crisis actual ha puesto en evidencia que el acceso al agua limpia está íntimamente relacionado con nuestra habilidad para soportar los impactos que se ejercen sobre el sistema. Las infraestructuras sostenibles deberían ser una visión que todos deberíamos apoyar.
A continuación se presenta el texto de la entrevista publicada en Smart Cities Dive.
Los pasados meses han sido difíciles para todos. A lo ancho de los EEUU, las personas de todo tipo y condición están preocupadas por su salud y su bienestar financiero, aunque he podido hablar también con un número creciente de personas durante las últimas semanas que ven más allá del miedo y la duda. Se detecta un sentimiento creciente de que este momento histórico es una oportunidad para realizar cambios significativos.
A medida que los líderes tratan de encontrar caminos para impulsar la economía, a medida que los estados comienzan la desescalada, parece que ha llegado el momento de considerar las inversiones en infraestructuras sostenibles y resilientes que den respuestas a las necesidades de las comunidades, actuales y durante las próximas décadas.
Si los próximos años siguen el mismo guion que el adoptado por casi todas las crisis económicas que hemos sufrido durante los últimos 80 años, cabría esperar que los gobiernos, tanto propios como de todo el mundo, se comprometieran a ejecutar importantes proyectos de infraestructuras como forma de impulsar la actividad económica en un marco de recuperación a largo plazo. Existen numerosos proyectos de infraestructuras hídricas en condiciones de puesta en marcha inmediata o muy próxima a ella, que podrían estimular una actividad económica inmediata.
Incluso sin estímulo, la reparación de infraestructuras en los EEUU merece una atención
urgente. Cada cuatro años, la Asociación Americana de Ingenieros Civiles realiza una clasificación de la condición y la seguridad de las carreteras, los puentes, los sistemas hídricos, las presas, los aeropuertos y los ferrocarriles de los EEUU. Desde 1980, estos elementos críticos del patrimonio nacional han obtenido una clasificación media de D+ (la clasificación aplicada oscila entre el valor A, el superior, y el valor D, el inferior; la yuxtaposición de (+) o (–) aporta o resta una fracción de 1/3 de la nota principal).
En estos momentos, la financiación de estos proyectos actúa a modo de apuntalamientos de las obras. Los proyectos deberían ser seleccionados no solamente por su capacidad para estimular la economía, sino por su capacidad para reducir la contaminación, restaurar los ecosistemas o atender los impactos del cambio climático, tales como la escasez de agua.
Consideremos, por ejemplo, la construcción de una nueva estación depuradora de aguas residuales en una zona del país con gran crecimiento económico y notable escasez de agua. La construcción de una estación depuradora de agua convencional podría fácilmente satisfacer el primero de esos objetivos, el de propiciar una mayor actividad económica. No obstante, algunas estaciones depuradoras de aguas residuales son más sostenibles que otras. En la gran mayoría de estaciones depuradoras de los EEUU, el efluente depurado se vierte normalmente a los cauces fluviales locales, los lagos o el océano. El agua es utilizada una vez y vertida de nuevo, siguiendo una práctica que es especialmente despilfarradora en zonas de los EEUU en que los recursos hídricos son escasos.
Una forma de consolidar la sostenibilidad de las infraestructuras hídricas es la de promover la reutilización del agua, o el reciclado del agua. Los programas de reutilización de agua permiten la aplicación de un tratamiento parcial o total del agua para hacerla adecuada para otros usos, tales como el riego, generando así un uso circular y sostenible de los recursos.
Los proyectos de reutilización han ayudado a aumentar la disponibilidad de agua de consumo humano, construir sistemas sostenibles de riego agrícola y de jardinería, y restaurar recursos subterráneos. El agua regenerada puede utilizarse también para usos industriales, tales como suministro para torres de refrigeración, promoviendo el desarrollo económico en zonas con escasez de agua que posiblemente no han podido permitirse hasta ahora atender industrias pesadas o incluso centros de datos.
El Congreso de los EEUU está inmerso en un intenso debate sobre la nueva campaña de estímulos. La portavoz parlamentaria Nancy Pelosi ha propuesto recientemente un paquete de medidas de cinco años de inversión en infraestructuras, valorado en 760 millardos de dólares, que reserva hasta 80 millardos de dólares para infraestructuras hídricas y 8 millardos de dólares cada año para las estaciones depuradoras de aguas, lo que representa un aumento de cinco veces de las asignaciones tradicionales. Al mismo tiempo, los comités en ambas cámaras del Congreso han iniciado sus trabajos de reautorización de la Ley del Agua de Consumo Limpia que previsiblemente incluirá financiación para las infraestructuras hidráulicas.
Incluso sin esos estímulos financieros, el Congreso puede adoptar varias importantes iniciativas con las que promover las inversiones en infraestructuras sostenibles. Por ejemplo, el Congreso podría aprobar beneficios fiscales ajustados a las inversiones como forma de promover prácticas hídricas sostenibles entre los usuarios industriales del agua.
La gran mayoría de las compañías tienen objetivos ambientales y de sostenibilidad concretos, pero el coste de algunas de esas principales remodelaciones, junto con los costes generalmente reducidos del agua dificultan la recuperación de las inversiones por parte de las empresas. Reducciones fiscales bien orientadas, capaces de reducir el tiempo necesario para que las empresas puedan recuperar el valor de sus inversiones en sostenibilidad hídrica, podrían igualmente asociarse a una mayor eficiencia energética, dando lugar así a una mayor sostenibilidad y resiliencia, a la vez que reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
La crisis sanitaria actual terminará en algún momento. Lo que quedará tras su paso será una oportunidad para aprender de este episodio y construir resiliencia para crisis futuras. ¿Qué nos ha enseñado la crisis? Hemos aprendido que se pueden conseguir amplios beneficios sociales haciendo que las personas tengan acceso a un agua limpia, mientras se les pide que se queden confinadas en casa. Las empresas de agua de todo el país han suprimido los cortes de agua y han reconectado los servicios de suministro para las personas que estaban viviendo sin agua. Para evitar los efectos más perjudiciales de la próxima crisis, será necesario desarrollar mecanismos que protejan la viabilidad financiera y operativa de las compañías de agua. Asegurar su resiliencia requiere inversiones.
Un reciente encuesta de la Value Water Campaign, realizado en el momento en que comenzaba a propagarse la crisis del coronavirus en los EEUU, ha dejado patente el amplio apoyo de una mayor inversión federal en la reconstrucción de la infraestructura hidráulica del país, con una 73 % de los encuestados favorables a que se realicen inversiones destinadas a mejorar la resiliencia ante el cambio climático.
La escasez de agua en las poblaciones del mundo guarda una estrecha relación con el cambio climático, y otra encuesta diferente ha observado que casi un 70 % de los americanos encuestados indicaron que la escasez de agua es una de sus preocupaciones ambientales prioritarias. Para los encuestados en las zonas del noroeste y el noreste del país, la escasez de agua es su preocupación principal en relación con el cambio climático.
La crisis actual ha puesto claramente de manifiesto que el acceso al agua limpia guarda una estrecha relación con nuestra capacidad para soportar impactos bruscos sobre el sistema. La construcción de infraestructuras sostenibles debería ser una visión que todos deberíamos apoyar.