El consejo editorial del diario New York Times ha publicado recientemente un artículo de opinión en el que se describen los esfuerzos del gobernador de California para avanzar hacia una fuente de energía verde (libre de dióxido de carbono) en un contexto en que el presidente de los EEUU refuerza su alianza con los grupos de interés sobre los combustibles fósiles. El consejo editorial manifiesta su posición del lado de California.
A continuación se transcribe el contenido del artículo de opinión publicado por el diario NYT.
Las personas preocupadas por el cambio climático siguen afrontando un estado de gran ansiedad ante la ignorancia del presidente Trump sobre estos temas, a su deseo de cancelar las políticas del presidente Obama diseñadas a afrontarlo y a la creciente evidencia de que los acontecimientos climáticos extremos y otras consecuencias del calentamiento global, pronosticados desde hace tiempo por los científicos más destacados, ya nos están afectando.
Es precisamente por ello que California, una vez más, se plantea ayudar a los ciudadanos a que se sientan mejor ante la posibilidad de actuar de forma rigurosa. El estado está adoptando las medidas necesarias para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y, de ese modo, está reafirmando su intención de ser un lider en un campo de preocupación global y nacional, cuando el presidente del país no lo hace.
El martes 28 de agosto, los legisladores estatales aprobaron una ley que obligará a que en 2045 toda la electricidad del estado sea generada por fuentes renovables como la eólica, solar e hidráulica. El objetivo inicial era alcanzar un 50 % de renovables para el año 2030; la presente ley impulsa ese objetivo hasta un 60 % para 2030, en anticipación del resultado final de “cero carbón” en 2045.
Esta decisión forma parte de un esfuerzo mucho más amplio del estado para que en 2030 se alcance una reducción de todas emisiones de carácter económico de un 40 % sobre los niveles registrados en 1990, lo que representa un espectacular contraste con la reciente propuesta de plantas generadoras del presidente Trump, que no tendrá prácticamente ningún efecto reductor sobre las emisiones, más allá de lo que las fuerzas del mercado lleguen a conseguir previsiblemente.
En contraste con el Plan de Energía Limpia del presidente Obama, la propuesta del presidente Trump no establece normas de eficiencia, u objetivos, y permitirá a los estados que decidan cómo, o incluso cuando, han de regular las emisiones responsables de la alteración del clima generada por las centrales térmica de carbón. Haciendo que sus intenciones políticas aparezcan perfectamente claras, el presidente Trump viajó a West Virginia para resaltar su plan y elogiar las virtudes del “carbón limpio y bello”.
Esta actuación de California ha llegado en anticipación de lo que puede considerarse como otro “grano de arena en el ojo” del presidente Trump, el Global Climate Action Summit que se celebrará en San Francisco durante los días 12 a 14 de septiembre, bajo el patrocinio conjunto de Jerry Brown, gobernador del estado, y Michael Bloomberg, anterior alcalde de New York y actual activista climático. Durante los tres días de la cumbre se celebrarán conferencias y seminarios sobre los papeles que la tecnología, las ciudades, los estados y las empresas pueden jugar en la lucha contra el cambio climático, junto con presentaciones a cargo de veteranos del combate climático como Al Gore y John Kerry. El acto en su conjunto constituirá una especie de sesión de terapia de grupo, además de reuniones de todo tipo, para los representantes políticos y los activistas profundamente molestos con el rechazo del presidente Trump a mantener el acuerdo tan favorable conseguido durante la cumbre de cambio climático de Paris en diciembre de 2015. El gobierno del presidente Obama prometió unos recortes importantes en las emisiones, que por sí mismas representan una quinta parte de las emisiones mundiales, segundas en importancia con respecto a la contaminación generada por el carbón en China.
El presidente Trump sorprendió al mundo el 1 de junio del año pasado cuando anunció su decisión de abandonar ese acuerdo, aunque a los pocos días de su anuncio un impresionante grupo de más de 1.200 gobernadores, alcaldes y empresarios prometieron en una carta titulada “We Are Still In” que harían todo lo que pudieran para respetar las promesas del presidente Obama. La carta ilustraba los costes reales y crecientes que el calentamiento global impone y cómo la economía de energía limpia a la que el acuerdo de Paris aspiraba ofrece numerosas oportunidades para la industria y los trabajadores americanos. Los mismos protagonistas y los mismos temas volverán a ponerse en evidencia durante los próximos días en San Francisco.
Obviamente, California no está sola en este combate. Massachusetts y otros estados se están preparando para ofrecer una enérgica respuesta legal al plan energético tan sucio del presidente Trump. Pero California es diferente en diversos aspectos, incluyendo su considerable tamaño, su larga reputación de liderar la nación en temas relativos a la protección ambiental y, cuando menos, su fuerte historial político de afrontar el cambio climático de forma bipartidista. Fue precisamente Arnold Schwarzenegger, un republicano, quien en 2006 firmó la ley pionera, conocida como ley AB 32, destinada a reducir las emisiones de toda la economía procedentes de las multiples fuentes de dióxido de carbono. Era un momento en que el gobierno del presidente George W. Bush no estaba haciendo prácticamente nada sobre este problema.
Esta ley californiana afectó a todos los negocios y consumidores, requiriendo unos coches más limpios, unos edificios más eficientes energéticamente y el uso de carburantes alternativos. Fue el mismo gobernador Schwarzenegger quien, cuatro años después, derrotó a una coalición de compañías de petróleo y adinerados hombres de negocios, incluyendo Charles y David Koch, en su intento de neutralizar esa ley con una iniciativa de referendym. El gobernador también apoyó la ley más reciente sobre energías renovables, mediante una carta dirigida a los legisladores.
California puede sentir también un especial sentimiento de urgencia, sin mencionar un especial sentido de injusticia. A principios de agosto, con motivo de otro importante ataque a la agenda climática del presidente Obama, el gobierno del presidente Trump anunció un desmantelamiento de parte de las ambiciosas normas de eficiencia de combustibles para automóviles del anterior presidente. El plan del presidente Trump no solamente debilitará las normas, sino que también le quitará a California sus derechos históricos, conferidos por las leyes federales del aire limpio, para establecer sus propias normas de calidad del aire. Esas normas, que otros 13 estados han decidido adoptar, llevaron durante los años del presidente Obama a convertirse en referentes nacionales sobre la economía de carburantes que, hasta que intervino el presidente Trump, prometieron a los consumidores años de automóviles progresivamente más limpios y eficientes. No debe sorprendernos que California haya declarado que combatirá estas decisiones.
Por si no fuera suficiente para el estado encontrarse entre los cabellos entrelazados del presidente Trump, California tiene actualmente razones para sentirse especialmente vulnerable ante el cambio climático. Los brutales incendios de este año han establecidos records sobre el alcance y los costes de la destrucción, y durante el 27 de agosto una nueva evaluación estatal de la agencia estatal de recursos naturales, basada en decenas de estudios revisados por expertos, anticipó unos acontecimientos similares para las próximas décadas. Y ello no solo referido a los incendios, sino también sobre la subida del nivel de los océanos, que podrían erosionar entre una tercera parte y dos terceras partes de la costa del sur del estado, el mayor número de fallecimientos causados por las altas temperaturas, los millardos de dólares en daños y los menores espesores de nieve en las montañas. Todo ello como resultado del cambio climático.
En palabras del gobernador Jerry Brown, “en California, los hechos y la ciencia todavía importan. Estos hechos son enormemente graves y continuarán sirviéndonos de guías con los que afrontar las amenazas apocalípticas del irreversible cambio climático”. Esta referencia del gobernador a los hechos y la ciencia fue un simpático dardo dirigido a la Casa Blanca, donde estos dos elementos no parecen tener relevancia alguna sobre esta cuestión.
La noticia del New York Times del 28 de agosto, con los detalles de la ley aprobada por los legisladores californianos, pendiente de firma por el gobernador, puede leerse en este enlace del diario: California Lawmakers Set Goal for Carbon-Free Energy by 2045
El calendario de tramitación, los legisladores impulsores y el texto de la ley del Senado, designada como Senate Bill 100 puede examinarse en el portal de textos legislativos: SB100. Conviene resaltar el redactado del primer párrafo del texto legislativo, cuyo contenido es el siguiente: SECCIÓN 1. (a) Esta ley será conocida como la ley de la energía limpia al 100 % de 2018.