Las formas de gestión más inmediatas para nuestros recursos hídricos habrían de intensificar las estrategias tradicionales:
- Mejorar los procesos de depuración de los vertidos, como forma de proteger la calidad de las aguas receptoras; un agua de calidad insuficiente o deteriorada es inutilizable como fuente para otros usos.
- El ahorro y uso eficiente del agua; cumplir un objetivo utilizando un menor volumen de agua es una forma inmediata de aumentar la disponibilidad de agua. Las poblaciones españolas han hecho notables esfuerzos para disminuir su consumo unitario de agua durante los últimos años (motivadas por las sequías y el coste del servicio), hasta niveles próximos a los 105 L/hab.día en los domicilios del Área Metropolitana de Barcelona actualmente. Pretender reducir ese consumo, sin ser conscientes del punto de referencia (mucho mayores dotaciones en otras latitudes en las que se anuncia la bondad del ahorro), puede comportar notables dificultades y traducirse en retos de higiene y salud pública indeseables. Sobre todo, si se considera que el uso urbano del agua representa un porcentaje próximo al 20 % del total de nuestros recursos, en comparación con el uso agrícola (en torno al 70 %) y el uso industrial (en torno al 10 %).
- La regulación (almacenamiento) del agua en momentos de abundancia para utilizarla en momentos de escasez, tanto en embalses como en acuíferos, es una estrategia de éxito. La consideración de nuevos embalses/balsas en derivación (fuera del cauce de los ríos) puede ser una opción válida para contrarrestar los efectos de las inundaciones, otro de los grandes retos que la irregularidad pluviométrica causada por el cambio climático está proyectando sobre nuestros territorios. En lugar de dejar que los caudales de inundaciones desagüen por nuestros ríos, causando notables daños y perjuicios en las partes bajas de las cuencas, convendría plantearse la retención ocasional de esos caudales extremos en las partes medias de las cuencas, con un doble objetivo: asegurar una fuente de agua, nueva y ocasional, y evitar los daños causados por las inundaciones en zonas aguas abajo.
- El intercambio de recursos, como ya se viene haciendo mediante las figuras organizativas de consorcios, mancomunidades o distritos de cuenca, de modo que el factor escala de recursos comunes pueda aliviar la escasez puntual de agua de uno de los consorciados o mancomunados. El rigor y la equidad en la gestión de esos recursos comunes, al margen del poder económico y político de unos y otros, es un requisito esencial del éxito de estas soluciones, de las que tenemos excelentes casos de éxito.
Por último, cuando esas estrategias de gestión son insuficientes, especialmente ante situaciones previsibles de sequía como las que anticipa el cambio climático en nuestras latitudes, habremos de plantearnos estrategias más innovadoras: la regeneración del agua (básica y avanzada) y la desalinización de aguas salobres y marinas.
Si la experiencia de California (considerada entre la quinta y octava economía del mundo) nos puede servir de referencia, especialmente su parte meridional, en razón de su clima mediterráneo y su dependencia de recursos importados del norte del Estado, podemos concluir que la fiabilidad futura del suministro de agua en nuestros territorios, especialmente los costeros, pero también interiores, comporta inevitablemente el recurso a la reutilización potable del agua.
Será sin duda una cuestión de tiempo y de predisposición de las autoridades y los consumidores. Los plazos se acortarán a medida que la necesidad de recursos sustitutivos o complementarios se haga más intensa, bajo los efectos de la irregularidad pluviométrica y climatológica debida al cambio climático.
La implantación práctica del concepto de economía circular es inevitable, especialmente para un recurso como el agua que ya sigue su ciclo hidrológico. Y ello es así hasta el punto de que podremos progresar disponiendo de más o menos energía o de otros recursos naturales, pero como se suele decir en estos casos “sin agua, no habrá nada que hacer” (No water; ¡¡no nothing!!).