El episodio de sequía que estamos atravesando en Catalunya es uno más de los que tradicionalmente se han venido registrando en el pasado, tal vez un poco más prolongado. El clima mediterráneo en el que nos encontramos se caracteriza precisamente por eso: una irregularidad pluviométrica, que hemos venido resolviendo hasta ahora con estrategias de “regulación hidrológica”. El episodio de sequía de 2008-09 forma parte de esa serie histórica. Es un comportamiento similar al que se ha venido registrando en otra región de clima mediterráneo del hemisferio norte que es California. California puede servirnos como fuente de inspiración de lo que puede ocurrir en nuestros territorios y de lo que es factible hacer para resolverlo. Desde el comienzo del siglo actual, California ha tenido un episodio de sequía cada 2-3 años. El más intenso y prolongado (5 años) se registró entre 2012 y 2017. El más reciente se ha prolongado desde 2020 hasta principios de 2023 (tres años). Lo llamativo de este último es que las intensa lluvias y nevadas registradas durante unas pocas semanas de enero y febrero de 2023 han llenado los embalses hasta más del 70 % de su capacidad y han cubierto las montañas de hasta 3 metros de nieve y mucho más en algunos casos. Todo ello ha llevado a una rápida transición desde la penuria de agua por sequía hasta la preocupación por las inundaciones, debido al deshielo acelerado que las temperaturas primaverales están causando en esos espesores históricos de nieve.
La irregularidad pluviométrica forma parte consustancial del clima mediterráneo del que disfrutamos en Catalunya, la península ibérica y California. Lo que los estudiosos de cambio climático afirman es que los efectos concretos del cambio climático en nuestras regiones serán precisamente la intensificación de esa irregularidad pluviométrica: sequías más prolongadas (pluviometría escasa) e inundaciones más graves (pluviometría más intensa).
Los estudios de cambio climático y las experiencias ya registradas en regiones de clima mediterráneo indican que esas restricciones de agua serán habituales, a menos que nos adaptemos a la nueva realidad climatológica y adoptemos estrategias de gestión diferentes a la tradicionales: mayor ahorro y uso eficiente del agua, mayor y más diversa regulación hidrológica, mayor recurso a la regeneración y la desalinización del agua. En consonancia con las necesidades y disponibilidades locales.