En primer lugar convendrá aplicar mayores limitaciones para los contaminantes presentes en los vertidos a la red de saneamiento, a fin de evitar la introducción de sustancias difíciles de degradar o eliminar en las EDAR. En segundo lugar, convendrá potenciar una mayor calidad para los efluentes depurados, pasando de la estrategia de cumplir con los límites máximos de contaminación tolerados por las normativas a una estrategia más vanguardista que requiera producir unos efluentes depurados con unas concentraciones mínimas de contaminantes. En definitiva, los procesos de depuración habrán de obtener unos efluentes de mayor calidad que los actuales, con objeto de promover la protección de los medios receptores y potenciar la utilización de esos efluentes como materia prima de los procesos de regeneración que convenga instalar a continuación.
Otras motivaciones que ya están propiciando ese cambio es la reducción de la huella de carbono de los procesos de depuración y sobre todo la recuperación de fuentes de energía como el biometano obtenido por la digestión anaerobia de los subproductos biológicos de la depuración, que hasta hace poco tiempo se desaprovechaban. Llegará un momento que el incentivo por obtener un efluente depurado de gran calidad sea similar al de recuperar toda la energía contenida en los subproductos de la depuración. A fin de cuentas, la energía puede obtenerse de muy diversas fuentes, mientras que el agua tiene un ámbito mucho más restringido de disponibilidad.
En segundo lugar, convendrá promover la implantación de procesos de regeneración más eficaces, capaces de asegurar la producción de un agua regenerada de gran calidad, siguiendo unos protocolos de control de las instalaciones y de gestión de riesgos como los que se utilizan en los procesos de depuración y sobre todo de potabilización. La gestión de los recursos hídricos en zonas de irregularidad pluviométrica como las mediterráneas habrá de contar inevitablemente con la aportación de aguas regeneradas aptas para los más diversos usos, desde el riego agrícola y de jardinería, hasta la reutilización potable indirecta e incluso directa.
Por último, convendrá valorar e inspirarse en las iniciativas similares que se vienen implantando en otros territorios desde hace décadas, especialmente con clima mediterráneo como Namibia y California, para resolver unos retos hidrológicos similares a los que venimos registrando en la región mediterránea en estos momentos.