El principal beneficio directo de la reutilización del agua (uso de agua regenerada) es que aporta unos recursos hídricos netos adicionales, cuando se realiza en la zona costera, que son además unos recursos más fiables que los aportados por la pluviometría. Su calidad vendrá determinada (legal y técnicamente) por el uso al que se piense destinar ese recurso hídrico recuperado.
Cualquier actuación que evite una pérdida de agua dulce (por evaporación, por evapotranspiración por las plantas, o por vertido al mar y mezcla con agua salada) representará una ganancia neta (o un mantenimiento) de los recursos de agua dulce, en comparación con las soluciones convencionales de usar y verter. Por ello, la reutilización en zonas costeras, mediante la supresión del vertido al mar de agua dulce (efluente depurado en este caso), es la única forma de obtener una fuente local de agua neta adicional, que contribuye a la autosuficiencia con recursos locales (no hacen falta trasvases desde otras cuencas). Esta nueva fuente de agua tiene una característica esencial: su fiabilidad, pues es insensible a la pluviometría.
Implantar esta estrategia de gestión de los recursos hídricos comporta un coste adicional, derivados de tres actuaciones principales: 1) regenerar el agua, 2) almacenarla para su uso al ritmo que se vaya a utilizar y 3) transportarla hasta el punto donde se piense utilizar. Estos dos últimos elementos constituyen lo que se denomina “reutilización”. Para ilustrar la relevancia del coste adicional que supone la regeneración, con respecto a los beneficios que comporta, los especialistas en gestión de recursos hídricos suelen indicar que “el agua más cara es la que no se puede obtener cuando la necesitas”.
Es evidente que estas consideraciones económicas son comunes con la desalinización de agua de mar. La regeneración y la desalinización son los dos únicos procesos que aportan recursos hídricos netos adicionales en las zonas costeras. Pero mientras la desalinización está “legitimada” por el origen del agua (agua de mar), la regeneración requiere su legitimación “caso por caso”, pues su materia prima es un efluente depurado, lo que suscita repulsión (está estigmatizada culturalmente) por las personas y la creación de barreras reglamentarias por las autoridades de salud pública y recursos hídricos. Por otra parte, mientras que la desalinización requiere hasta 4 veces más energía que la regeneración incluso avanzada (purificación), la reutilización consigue una recuperación de agua de entre un 75 % y 85 % del agua afluente, en contraste con algo menos del 50 % que se consigue mediante la desalinización de agua de mar.