La reutilización del agua (regenerada) tiene múltiples beneficios y exigencias. Entre los beneficios, destaca la provisión de una fuente de agua con mucha más fiabilidad, garantía, que las fuentes convencionales (originadas por la lluvia). Se suele decir que el agua regenerada ofrece una fuente de agua “insensible” a la falta de precipitaciones, una fuente de agua que no se ve afectada por la sequía.
Otros beneficios destacados son: a) ofrece una aportación neta de agua cuando la regeneración se hace en la costa, antes de que el agua dulce (aunque sea efluente depurado) se vierta al mar, donde pasa a ser agua salada. Aunque en zonas del interior no existe tal incremento neto de recursos, la reutilización en zonas del interior permite una mejor gestión de los recursos disponibles. Otro beneficio de la reutilización es que el agua regenerada constituye un recurso local (próximo a quienes producen el efluente depurado), favoreciendo la autosuficiencia de agua entre esos mismos usuarios y evitando así la necesidad de recurrir a trasvases desde otras cuencas.
Esos beneficios pueden aplicarse a diferentes usos/aprovechamientos del agua como la aportación a cursos de agua, a acuíferos, a humedales, o para usos urbanos, agrícolas, e incluso el abastecimiento para consumo humano.
Entre las exigencias de la reutilización figuran la necesidad de realizar un proceso (muy cuidado, riguroso y fiable) de regeneración que asegure el cumplimiento de las normas de calidad aplicables, de forma continua, fiable y sin emergencias. Esto comporta sin duda un coste que habrá de ser asignado a uno o varios de los usuarios. Un caso muy ilustrativo de lo que comporta el proceso de identificación del sujeto obligado a esas contribuciones dinerarias se presenta cuando el agua regenerada se utiliza para la mejora ambiental, en zonas naturales, donde los beneficiaros directos son las aves, los peces y todo tipo de flora y fauna natural.
A grandes rasgos, el coste unitario (€/m3) del proceso de regeneración depende de la calidad requerida para el agua regenerada (mayor calidad, mayor coste) y la capacidad de la ERA (mayor capacidad, menor coste unitario, debido al factor de escala). Por otra parte, el coste de la reutilización depende fundamentalmente de la distancia entre la ERA y el punto de uso (mayor distancia, mayor coste) y los dispositivos de regulación (almacenamiento). Los costes de la reutilización para usos no potables (el almacenamiento y la llevada del agua hasta el punto de riego agrícola y de jardinería, si no se dispone de esos instrumentos) puede llegar a ser más de 10 veces superiores al coste de la regeneración del agua para ese uso.
Conviene destacar que en estos momentos la mayor exigencia de la reutilización es disponer de la voluntad política necesaria para avanzar en la elaboración de normativas y para conseguir una correcta percepción y una amplia aceptación del público, ante la falta de legitimidad (cultural, técnica, normativa) del agua regenerada (originariamente residual y luego depurada) como fuente de agua para los más diversos usos (con las más diversas calidades). El agua regenerada (antes depurada, y previamente agua residual) despierta rechazo, está estigmatizada y carece de legitimidad social y normativa para ser utilizada. Esta observación contrasta con la aceptación universal de la denominada “reutilización incidental” que ocurre en todos los ríos del mundo, cuando los efluentes depurados de las poblaciones ribereñas (con depuración o sin ella) se vierten en los cauces de los ríos, donde se mezclan y diluyen con los caudales circulantes, y son posteriormente captadas en puntos aguas abajo para los más diversos usos, entre ellos el abastecimiento para consumo humano, previa su potabilización. Las captaciones de agua en las proximidades de la desembocadura de los ríos utilizan los caudales vertidos a lo largo del cauce del río, desde su nacimiento.