El portal de la Universidad de California, en Merced, ha publicado recientemente un interesante trabajo de investigación, realizado por estudiantes y profesores de la Escuela de Ingeniería, titulado “Fuels treatment and wildfire effects on runoff from Sierra Nevada mixed‐conifer forests”, en el que se analizan diversas actuaciones que se podrían llevar a cabo en las zonas boscosas de la Sierra Central para mejorar la escorrentía de sus zonas de implantación. En concreto, evaluaron la aplicación de incendios controlados y aclarados de la masa forestal en zonas de alta densidad arbórea de California, como forma de reducir el riesgo de incendios de alta intensidad, y promover a la vez una menor demanda de agua por parte de los árboles. En palabras de la Prof. Martha Conklin de la UCM, investigadora principal del estudio, “estas actuaciones dan como resultado un mayor volumen de escorrentía para los usuarios ubicados aguas abajo”
El estudio indica que incluso unas pequeñas dosis de gestión forestal pueden generar grandes beneficios para la escorrentía de la zona central de la Sierra Nevada y otras regiones semiáridas; por otra parte, las zonas boscosas más secas pueden necesitar tratamientos más extensos. Los autores del estudio analizaron una gran cantidad de registros multianuales recogidos tanto en la zona central como en la meridional de la Sierra Nevada como fase previa para realizar una modelación hidrológica detallada que les permitiera aplicar los resultados a otras cuencas hidrológicas más amplias.
Una valoración media de datos de años secos y años húmedos muestra que una reducción del 8 % de la vegetación en la cuenca del American River puede dar lugar a un aumento del 12 % de la escorrentía. Por otra parte, la aplicación de tratamientos similares con incendios controlados en zonas del sur de Yosemite National Park solo producirían un aumento del 3 % de la escorrentía.
En palabras de la Prof. Conklin, “la causa principal de esa diferencia es la precipitación anual tan diferente que se registra en esas dos zonas. En la sierra Central, los árboles tienen exceso de agua cada año, mientras que en las zonas más al sur, los árboles tienen una mayor limitación de agua, lo que lleva a pensar que aquellos que quedan tras el aclarado del bosque utilizan la humedad restante en los suelos para promover su crecimiento”.
En palabras de los autores del estudio, “nuestro estudio hidrológico, integrado con otros relativos a los efectos de los incendios controlados, ponen de manifiesto que la escorrentía producida tras un incendio registra una disparidad similar en sus resultados. Un incendio simulado capaz de reducir la biomasa vegetal en un 40 %, restituyendo la densidad forestal a la existente un siglo atrás, hizo que la escorrentía generada en la Sierra meridional fuera tan solo un 25 % de la registrada en la Sierra central. “Estos resultados ponen de manifiesto la importancia de la forma de llevar a cabo estos tratamientos, así como del lugar en que se aplican y la intensidad con la que se hacen”. En el caso de tratamientos reducidos, los cambios en el balance hídrico son más sensibles a los cambios de la cubierta arbórea que a la biomasa total, aunque ambos afectan a los cambios de la escorrentía. La cubierta arbórea influye sobre la incidencia de la luz solar y la temperatura del suelo forestal, lo que a su vez afecta a la fusión de la nieve, la evaporación del agua y su uso por parte de la vegetación inferior. “Todo ello significa que los cambios en la producción de agua observados en las zonas con diferente precipitación, temperatura, suelo y características de la vegetación son difícilmente un buen indicador de lo que cabe esperar que ocurrirá en otros bosques”.
El grupo investigador ha podido demostrar que las mediciones detalladas realizadas en una zona vertiente de unas 120 ha puede extenderse a zonas más amplias, de hasta 6.000 ha de bosques, mediante la consideración de las diferencias en vegetación, suelo, precipitación y temperatura. Aunque los resultados de un proyecto no pueden ser directamente transferidos a otros, los métodos utilizados en estos estudios pueden aplicarse de forma amplia, incluso en zonas de las que se carece de medidas experimentales como las disponibles para las zonas consideradas en esta investigación.
El reciente decreto N-10-19 del gobernador Gavin Newsom resalta claramente que la utilización de una infraestructura natural como los bosques es un elemento básico de la gama de opciones disponibles por el Estado para mejorar su resiliencia hídrica. En palabras de los autores del estudio “la investigación realizada sobre la forma en que la restauración forestal y sus alteraciones afectan al uso del agua por los bosques y la escorrentía generada por los mismos es una herramienta esencial para valorar y conseguir los beneficios derivados de las inversiones en infraestructuras naturales”.