Un excelente reportaje publicado por el diario New York Times, en el que se incluyen unas magníficas fotografías panorámicas, describe una de las estrategias adoptadas en California para adaptarse a la climatología extrema: plantar árboles. Todo ello en un contexto en el que el estado anticipa la llegada de años mucho más secos que los ya registrados y de años mucho más húmedos que los pasados. La estrategia adoptada trata de restaurar los hábitats de los ríos para hacerlos servir para otros objetivos: afrontar las inundaciones previstas.
Durante años, una de las tendencias experimentadas en California ha sido la restauración de las llanuras de inundación, mediante el distanciamiento de los diques respecto de los cauces de los ríos y la plantación de árboles, arbustos y hierbas en las superficies planas intermedias. El objetivo de esta iniciativa ha sido restaurar las condiciones históricas, recuperar algunos de los hábitats que las aves, los animales y los peces ocupaban en tiempos pasados, antes de que se desarrollaran las tierras.
Además de recuperar el pasado, la restauración de las llanuras de inundación se percibe cada vez más como una forma de afrontar el futuro – el futuro del cambio climático inducido por las personas. Las tierras así recuperadas podrán inundarse más fácilmente y así ayudarán a proteger las ciudades y los pueblos ante las inundaciones más frecuentes e intensas que los científicos auguran como cada vez más posibles ante el continuado calentamiento del estado.
En palabras de la presidenta de Socios del Río (River Partners), un grupo conservacionista dedicado a restaurar centenares de hectáreas de tierras de cultivo en los alrededores de Modesto, en el Valle Central, donde la agricultura ha sobrepasado el medio ambiente natural, “en un principio, pensamos que íbamos simplemente a plantar unos pocos árboles por allí, de modo que algunos pájaros pudieran instalarse en ellos; ahora nos damos cuenta de que hemos conseguido un beneficio público mucho más importante que todo eso”.
Los investigadores reconocen sus dudas sobre si el cambio climático hará que California sea más húmeda o más seca en un futuro. Lo que parece mucho más cierto es que las variaciones entre los extremos se intensificarán, con años secos mucho más secos que en el pasado y con años húmedos mucho más húmedos que en el pasado, propiciando una mayor frecuencia de intensos periodos de precipitación.
En palabras de un climatólogo de la Universidad de California en los Ángeles y autor de un reciente artículo sobre los posibles cambios, “los modelos climáticos concuerdan en una mayor verosimilitud de que se registre un gran aumento de los episodios húmedos, debido a que la atmósfera de un mundo en calentamiento contendrá mucha más humedad que en la actualidad”. A medida que aumente el número de tormentas atmosféricas en chorro que llegan desde el Océano Pacífico y se registre una mayor precipitación en forma de agua en vez de nieve en la Sierra Nevada, donde la mayoría de los ríos del estado tienen su nacimiento, se registrará un notable aumento del caudal de escorrentía, lo que obligará a los operadores de los embalses a liberar más agua de los mismos, como forma de evitar las inundaciones en zonas aguas abajo.
El Proyecto Dos Ríos, patrocinado por los Socios del Río, cubre unas 850 ha de tierras de cultivo en la zona de confluencia de los ríos Tuolumne y San Joaquín. Además de beneficiar a diversos animales en peligro de extinción, servirá para absorber parte de los caudales de inundación de los ríos, reteniéndola o permitiendo su flujo más pausado, rebajando así los niveles del agua a su paso por el pueblo contiguo de Grayson y en otras zonas a lo largo del río.
Dos Ríos es solamente uno de los numerosos esfuerzos de este tipo. En palabras del director de la gestión integrada de las cuencas en el Departamento de Recursos Hídricos del estado, “el estado ha estado trabajando activamente con más de 20 o 30 de estos proyectos, algunos de ellos propios y otros en colaboración con grupos como los Socios del Río”. Ese número de proyectos está llamado a aumentar significativamente, debido a que los votantes del estado han aprobado recientemente la Proposición 68 que asigna 300 millones de dólares para los proyectos de llanuras de inundación en el Valle Central.
Las inundaciones son un fenómeno bien conocido en California y especialmente en el Valle Central. La mayor inundación registrada en tiempos recientes ocurrió en 1861-62, cuando 40 días consecutivos de lluvia convirtieron el valle en un lago de 400 km de longitud, permitiendo que el nuevo gobernador del estado pudiera utilizar una embarcación a remo para desplazarse a su toma de posesión en Sacramento.
Esas inundaciones tuvieron lugar antes de que se hubieran construido las presas, los diques y otras infraestructuras destinadas a controlar las inundaciones, en un momento en que la población de estado era cien veces menor que la actual. Aunque no hayan sido tan importantes, algunas de las inundaciones más recientes han sido también intensas, entre ellas la registrada en 1997 que causó el fallecimiento de 9 personas y unas pérdidas económicas de casi 2 millardos de dólares.
Más recientemente, y tras 5 años de sequía, las intensas lluvias producidas en 2017 por una serie continuada de tormentas estuvieron a punto de causar un gran desastre en la presa de Oroville, cuando sus grandes aliviaderos laterales fueron parcialmente destruidos a causa de los enormes caudales de agua que los operadores del embalse se vieron obligados a desembalsar. La situación de emergencia obligó a evacuar a unas 200.000 personas residentes a lo largo del río Feather y las reparaciones de los aliviaderos de la presa han costado 870 millones de dólares.
Un reciente estudio publicado el pasado mes de junio indica que el cambio climático fue responsable en parte de los problemas registrados en Oroville, en cuanto que el calentamiento antropogénico propició que se registrara una mayor proporción de lluvia en la Sierra Nevada, con respecto a la precipitación en forma de nieve, generando así un mayor volumen de escorrentía invernal.
En palabras del presidente de Socios del Río, “las llanuras de inundación que su grupo habían restaurado en el río Feather contribuyeron de forma efectiva a mitigar este incidente. Absorbieron magníficamente las aguas de inundación, actuando como un amortiguador. Fue una prueba definitiva de la eficacia de este concepto y quedamos muy satisfechos de ver cómo funcionaron”.
El climatólogo de la Universidad de California indica que sus investigaciones apuntan a que, en California y en muchas otras partes del mundo, las inundaciones intensas serán cada vez frecuentes, a medida que el calentamiento continúe. “El aspecto más sorprendente es que la verosimilitud de que se repita un acontecimiento como el acaecido en 1862, durante los próximos 40 años, es superior a un 50 %”.
El Servicio de Estudios Geológicos de los Estados Unidos ha estimado que un acontecimiento similar en estos momentos obligaría a la evacuación de hasta 1,5 millones de personas en el Valle Central y los daños causados en el estado sobrepasarían los 300 millones de dólares.
Aunque no se dispone de llanuras de inundación capaces de evitar un desastre de esa magnitud, los proyectos como el de Dos Ríos pueden mitigar algunos de los impactos provocados por inundaciones más pequeñas. Mediante la infiltración del agua en el terreno, una llanura de inundación puede reducir el nivel del agua en el río a su paso por una población próxima. Un descenso de varios centímetros del nivel del río puede ser suficiente en muchos casos para permitir que los granjeros dispongan del tiempo suficiente para evacuar su ganado, para que una población instale sus barreras de protección ante las inundaciones o para que evacúe el área, si fuera necesario.
Tres cuartas partes de la tierra incluida en el proyecto de Dos Ríos era propiedad de un granjero que estaba cansado de tener que ocuparse de los desperfectos causados por las inundaciones y la vendió a Socios del Río por 21,8 millones de dólares, que pudieron financiarse con la colaboración de varias agencias estatales y federales. A la vista de esta decisión, un granjero contiguo decidió igualmente vender su tierra al proyecto de Dos Ríos en 2014 por un valor de 9,3 millones de dólares.
El resultado de todo ello son unas 850 ha, incluyendo 5 km de ribera a lo largo del río Tuolumne y 7 km a lo largo del río San Joaquin. Los Socios del Río han suprimido los encauzamientos a lo largo del cauce que los propietarios habían construido con tierra y escombros para evitar las pequeñas inundaciones.
Un dique mayor y permanente, construido por el Army Corps of Engineers de los EEUU en los años 1950 sirve para proteger unas 400 ha en la parte central del proyecto, alejada de los cauces de los ríos. Las modificaciones previstas en este dique permitirán la entrada del agua, de modo que la zona se convertirá en una gran bañera, con capacidad para almacenar unos 12 hm3 de agua. Esta estrategia no solamente servirá para reducir el nivel del agua en el río, sino que a medida que el agua percole por el terreno se conseguirá otro beneficio, el de ayudar a recargar los acuíferos que han sido sobre-explotados en todo el estado debido a las extracciones excesivas para riego agrícola.
Unas 240 ha de la zona interior del dique han dejado de ser tierras de cultivo para convertirse en zonas de bosque de ribera, y otras 280 ha dentro y fuera de las zonas de los diques están en proceso de restauración. El proyecto completo debería estar acabado a mitad de la próxima década. Los Socios del Río están plantando numerosas especies vegetales – árboles, arbustos y una diversidad de hierbas – cuya característica principal es la de poder recuperar su vitalidad tras haber permanecido inundadas durante varios meses. Las tareas de plantación, la mayor parte de la cual la realizan jóvenes trabajadores de la entidad estatal Conservation Corps, se realiza con la precisión propia de la agricultura moderna. Un campo dispuesto para ser restaurado se parece mucho a un campo de cultivo, en la que aparecen bien definidos los surcos y las marcas donde se colocarán los plantones, todo ello bien planificado con antelación.
Con el tiempo, los surcos desaparecen – como se puede apreciar en las tierras ubicadas directamente frente del río San Joaquín, donde los Socios del Río comenzaron hace 17 años la restauración de unas 1.200 ha de tierra de cultivo que en estos momentos parecen como un bosque natural, como parte de un refugio natural de vida salvaje.
La composición de especies que se debe plantar en un lugar determinado depende de lo que los Socios del Río y los ingenieros estatales quieren que haga el agua de inundación, a medida que se extiende sobre la superficie del terreno. En algunos casos, el objetivo es que el agua de inundación disminuya su velocidad, en cuanto que esto puede reducir la cota del agua en puntos aguas abajo de forma más efectiva que las llanuras de inundación por sí mismas. Esto hace que la composición de las especies en algunas zonas incluya variedades con tallos rígidos o troncos que ayuden a reducir el flujo de agua.
En palabras de la Presidenta de Socios del Río, “hay siempre una oportunidad para utilizar vegetación y una infraestructura verde con las que rebajar el riesgo de inundación – conducir el agua hacia el lugar en que conseguirá el máximo beneficio y alejarla de los lugares en que causará mayores perjuicios. Y eso se puede hacer de tal manera que sea duradero y sostenible con el tiempo”.