La cadena de radio y televisión pública KQED ha publicado un interesante reportaje sobre la perplejidad que se está implantando entre amplios sectores de la población californiana ante la evidencia de que su sistema hidráulico, diseñado y construido para condiciones climáticas de años pasados pueda ser inadecuado para las previsiones climáticas que se anticipan.
Muchos californianos no se pueden creer todavía que, tras cinco años de disponer de muy poca agua debido a la sequía, el problema actual sea que tienen agua en demasía. Las intensas tormentas invernales han causado muchos más daños que el deterioro de la presa de Oroville, donde miles de personas tuvieron que ser evacuadas con motivo de la erosión sufrida por un aliviadero esencial. Han conseguido también estresar miles de kilómetros de taludes y de infraestructuras de protección contra las inundaciones, aguas abajo de los principales embalses. Algunas personas dicen que esto es una llamada de atención, debido a que un clima cada vez más cálido en el estado propiciará la repetición de estos fenómenos.
Con unos altos niveles de agua en los ríos, las patrullas de vigilancia de los taludes han permanecido en alerta máxima para detectar cualquier signo de deterioro. A principios de febrero, se produjo el derrumbe de 18 m de talud en Tyler Island, cerca del pueblo de Walnut Grove en el delta del Sacramento-San Joaquín. Una inmensa grúa fue desplazada hasta el lugar para rellenar el hueco con rocas, con la intención de evitar que el río llegara a romper completamente el talud. “Nos sentimos mejor, tras cada hora de trabajo” indicó un agricultor de la isla, mientras contemplaba con ansiedad la llegada de cada cargamento de rocas. “Nos falta todavía un buen tramo para poder considerarnos salvados”. Los campos y las viviendas próximas estarían todos bajo el nivel del agua si no fuera por la existencia del talud, ya que las zonas más bajas de la isla están a 5,2 m por debajo del nivel del mar. El agricultor pudo presenciar cómo se desintegraba el talud en tan solo 15 minutos.
“Todo esto no debería sorprendernos” indica Noah Diffenbaugh, climatólogo de la universidad de Stanford. “De hecho, es exactamente lo que los científicos han venido anticipando durante al menos 30 años”. Diffenbaugh indica que mientras que las sequías y las inundaciones no son fenómenos nuevos en California, el cambio climático podría hacer que ambas alcanzasen magnitudes más extremas. “Si hace calor al aire libre, el agua se evaporará” indica Diffenbaugh “y eso es lo que ocurre con los suelos. Estamos registrando episodios más frecuentes de bajas precipitaciones que nos conducen hacia la sequía, debido a que las temperaturas son superiores”. Durante los años húmedos, unas temperaturas más altas propiciarán precipitaciones en forma de lluvia, en lugar de nieve. Además, el espesor de nieve ya viene manifestando una tendencia a derretirse de forma anticipada.
Por otra parte, el sistema hidráulico de California fue diseñado hace un siglo, sobre la base de un espesor de nieve predecible en la Sierra Nevada, que actúa como un embalse helado, almacenando agua hasta que llega la primavera. “El sistema estatal de protección frente a las inundaciones puede gestionar toda la escorrentía generada por el deshielo de esa nieve, pero carece de la capacidad para hacer cargo de toda esa escorrentía en un breve periodo de tiempo”. “Nuestro sistema hidráulico fue realmente construido para adaptarse al clima de un tiempo pasado. Un clima que no se registra en California en estos momentos”, indica Noah Diffenbaugh.
A medida que los embalses de California se han esforzado por retener todo el flujo de agua de lluvia, ciertas personas reclaman la necesidad de construir nuevos proyectos de regulación de agua. Como indica un reciente editorial del diario Modesto Bee, “es evidente que nuestro modelo hidráulico no funciona; necesitamos embalses adicionales”. Pero, incluso si los embalses fueran suficientemente grandes para retener los caudales generados durante los episodios de inundación, los canales situados aguas abajo de las presas no serían capaces de desaguar los mayores caudales. El aliviadero de la presa de Don Pedro cerca de la ciudad de Modesto fue abierto recientemente por primera vez en 20 años, para evitar que el embalse desbordara. No obstante, el caudal de agua liberado por los operadores estuvo limitado por la capacidad de desagüe de los cauces situados aguas abajo.
“Esta inundación nos ha puesto realmente a prueba” indicó Jay Lund, director del Centro de Ciencias del Agua de la Universidad de California en Davis. “Hemos descubierto que tenemos una gran cantidad de taludes de los que ocuparnos”. “Además, las presas no son la única solución para regular agua. La alternativa más importante para almacenar agua en el estado son los acuíferos y esos estarán siempre disponibles” indicó Lund. California ha estado experimentando con desviar aguas de inundaciones hacia los campos, a fin de que puedan infiltrarse hasta los acuíferos que han sido sobre-explotados dramáticamente durante el reciente episodio de sequía. Esas actuaciones podrían potencialmente permitir que los embalses dejaran un mayor volumen disponible durante el invierno para recoger los episodios extremos de escorrentía.
“Si pudiéramos transferir una parte de la capacidad de regulación hasta los acuíferos” indica Lund, “eso nos permitiría liberar capacidades adicionales de almacenamiento en los embalses para capturar los mayores ciclos anuales de agua durante los inviernos húmedos”. El reto de mejorar las medidas de protección ante las inundaciones ha tenido un proceso de financiación muy largo. El estado ha identificado los miles de millones de dólares necesarios para proyectos de protección frente a las avenidas y el mantenimiento de taludes, como parte de su plan de protección frente a las avenidas del Valle Central. “Uno de los principales fallos de nuestro sistema hidráulico es que carecemos de un muy buen sistema de financiación regular de los proyectos de control de las inundaciones” indica el Prof. Lund.
El pasado 24 de febrero, el gobernador Jerry Brown anunció planes para invertir 437 millones de dólares en la mejora de las infraestructuras de protección ante las inundaciones, con fondos procedentes de diversas fuentes, entre ellas federales y la Proposición 1, que fue aprobada por los votantes en noviembre de 2014.